La derrota como triunfo
La derrota como triunfo. Lo leíste bien y no se formula como pregunta sino afirmación. Seré breve en torno a la urgencia de conocer a Golda. Golda Meir. Un fragmento de su vida se muestra, artísticamente, ahora en cine. ¡Ya se estrenó! ¿Y por qué mi insistencia? Porque no hay liderazgo sin compasión. Te estoy hablando de la tercera mujer en la historia y la primera y única en Israel de asumir más que el título, la responsabilidad de ser Primer Ministra (1969-1974). A ella se le conoció como la Dama de hierro mucho antes que a Margaret Thatcher. Yo siempre he agregado que sí, de hierro, pero con aroma a rosa. Porque su esencia jamás la perdió y la manifestó con dulzura y/o humor en muchas ocasiones, pero sin ningún afán de esconder sus espinas. Directa. Siempre fue así. Ella estuvo al mando político de Israel en la sangrienta guerra de Yom Kipur (1973), durante la que creyeron muchos miembros de su gabinete que seríamos eliminados del mapa, porque esa era la intención de quienes atacaron en el día más sagrado del calendario hebreo, en el que se ayuna, en el que se reza, en el que se pide perdón.
Las guerras de una mujer inmersa en una guerra sería, quizás, el tema que según yo le corresponde a la película.
Una guerra, se gane o se pierda ¡se pierde! Pero en la vida no se gana ni se pierde, ¡se vive!
“Como pueblo, nuestros monumentos nunca conmemoran victorias, sino los nombres de los que cayeron. No necesitamos un Arco del Triunfo tenemos Masada, Tel-Hai o el Guetto de Varsovia, donde perdimos la batalla, pero la guerra por la existencia judía triunfó”, dijo alguna vez David “Dado” Elazar, noveno comandante de las Fuerzas de Defensa de Israel (1972-1974) y quien fuera forzado a dimitir como consecuencia de su falta de previsión ante el estallido de la guerra de Yom Kipur. ¿Fue verdaderamente una falta o “simplemente” fue uno más que no creyó que los países vecinos planeaban un masivo ataque en un día tan especial?
El próximo domingo 24 de septiembre vuelve a ser Yom Kipur. 50 años de ese trágico momento en el que la líder de la nación se equivocó en mucho, pero no en algo: En saberse responsable de lo sucedido. En saberse capaz, a la vez, de lidiar con quienes querían desaparecer a su pueblo y quienes “queriendo ayudar”, no lo hicieron.
¿Cómo explicamos esto a las familias que han perdido lo más preciado como es la vida de un hijo, un hermano, un padre…? ¿Cómo explicamos que el petróleo vale más que un humano?
Hasta la fecha no hay respuesta. ¿Me equivoco? Al menos una cosa es cierta: La explicación comienza reconociendo, responsabilizándose como lo hizo Golda. Cómo sabía, cómo podía, enfrentando a la muerte con vida y a la vida con compasión.
50 años después de este sangriento momento, del que no nos hemos recuperado yo veo “líderes” más interesados en sus propios y triunfales monumentos que en saber los nombres de quienes hoy no pueden contar ni un triunfo ni una derrota porque su vida se les ha arrebatado.
Tú y yo aquí estamos, no dejemos que nos arrebaten nuestro propio liderazgo, porque, ojo, este comienza con nuestra propia capacidad de ser compasivos, respetuosos. Comienza con nosotros mismos. Yo sé que suena cursi, pero es la verdad.
“Confía en ti mismo. Crea el tipo de “yo” con el que estarás feliz toda tu vida. Saca el mayor provecho de ti mismo avivando las pequeñas chispas de posibilidades para convertirlas en llamas de logro”, dijo alguna vez Golda Meir.
¡Mi papá z”l, a esa luz le llamaba Glow! (y sí, por eso se llama así la revista que fundé). Deseo que seamos capaces de no permitir que se apague, más allá de sus momentos de menor o mayor potencia y no nada más para convertirnos en logro sino para iluminar el camino de quienes también quieren lograr.
Quizás, entonces, ya no necesitaremos monumentos, porque cada ser humano seremos la representación de la verdadera victoria: El respeto y el honor a la vida.
PD: Te invito a ver la película Golda, protagonizada magistralmente por Helen Mirren y dirigida por Guy Nativ, que ahora está en cines.
Y te comparto un poco más sobre Golda Meir:
Golda Mabovich (Kiev, Ucrania, 1898 – Jerusalén, 1978) fue hija de un modesto carpintero judío de la parte occidental del Imperio ruso que emigró a Estados Unidos en 1906, como muchos judíos ashkenazis que huían de la marginación y las persecuciones que sufrían en Europa oriental a principios de siglo. Establecida la familia en Milwaukee, Golda se hizo maestra y se casó en 1917 con Morris Myerson (más tarde hebraizó su apellido como Meir).
En 1921 migraron al Mandato Británico (Mandate Palestine) y se establecieron en el Kibutz Merhavia.
Posteriormente fue Secretaria de la Liga de Mujeres Trabajadoras, integrante de la Unión de Trabajadores (Histadrut), entro otros cargos. Tras la culminación de la Segunda Guerra Mundial y la creación del Estado de Israel fue Primera Delegada ante la Unión Soviética. Después, Ministra del trabajo, Ministra de Asuntos Exteriores hasta que en 1969 se convierte en Primera Ministra. El 10 de abril de 1974 renuncia al cargo.
Gracias a ella se comienza a construir la paz con Egipto, dicho sea de paso.
Fallece a los 80 años, el 8 de diciembre de 1978 (Kislev 8, 5739, en el calendario judío).
@LinaGlow
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