TIKÚN OLAM: Porque “el mundo” somos nosotros

Por más que miro por la ventana y disfruto ver las olas del mar, el movimiento que antes me regalaba paz hoy me mantiene inquieta.

Disfruto el momento. Sí. Pero algo me falta. Dentro de mí. El calor acaricia la piel peor no el alma. pero no siento calidez en el alma. El sol ilumina pero no logro distinguir la luz. Esa que te indica el camino a seguir. 

Entonces escucho al señor Saúl Dreier, sobreviviente de varios campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial, gracias a la conferencia virtual organizada por Instrumentos de la Esperanza, que busca rescatar instrumentos musicales, que más que eso fueron herramientas de vida para los judíos, durante el Holocausto. 

Ríe un poco. Y luego un poco más. Y habla de cómo cantaba para no perder la fe. Y como un buen día, en el encierro, se convirtió en un chico “rico” porque además de su cuchara de madera obtuvo una de metal, gracias a que fue, por un rato, de los protegidos de Oskar Schindler.  Y con eso creó un instrumento musical. Y con eso se alegraba él y quienes le rodeaban.

Y ríe todavía más. Es uno de los mejores ejemplos para definir el significado de Tikún Olam. Al igual que el señor Schindler. 

Tikún Olam: Reparar el mundo. Aparentemente debería ser perfecto. Lo creó una fuerza omnipresente y bondadosa. ¿Qué pasó entonces? O más bien dicho: ¿Quién pasó entonces?

Muchas preguntas. Por mi parte, sin respuestas. ¿Acaso podrían ustedes ayudarme? Sí la respuesta es afirmativa, bienvenidos. Pero si es negativa: ¡Bienvenidos también!

Porque juntos pero no revueltos, si queremos, porque por default si podemos, reparar el mundo. Tikún Olam.  Repito: Juntos pero no revueltos. ¿Por qué? Porque el punto de partida es repararnos a nosotros mismos. Tikún Adam. Y eso nace de adentro hacia afuera. Haciendo de una cuchara el mejor set de batería. Generando con los medios que tenemos, más vida para la vida. Hagámoslo por el amor que nos tenemos a nosotros mismos. Y a quienes nos rodean. Hagámoslo en homenaje a Saúl. A Oskar. ¡Cuántos nombres podríamos poner en esta lista! ¡Cuántas almas podemos reparar, ahorita, en este segundo, comenzando con la nuestra!

Entonces las olas del mar se convierten en un vaivén de ilusiones. El calor es un abrazo para el espíritu. Y sin duda alguna, grande o pequeñito, ese rayo de luz es más que esperanza. Es la confirmación de que si queremos actuar, el momento es hoy. Porque nos necesitamos hoy. El mundo se repara, de uno uno. Comenzando hoy. Por ti. Por mí. 

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